Corrí tan rápido como mis piernas pudieron seguir 
la corriente de aquel sol.

Y cuando llegué a la estación, ya el tren, había pasado.

Hoy volví a la calle donde por primera vez me diste un beso.
Aún la promesa que me hiciste sigue sentada en aquel banco esperando a que vuelvas.
Los adoquines vistieron mis pies de todas aquellas fotos que nos vieron crecer.
El olor de tus manos, aún sigue en aquellas pintadas de la pared.

Precoz y valiente se hizo mi espalda,
cuando de un suspiro mataste el viento que nos acompasaba.
Risueña tu risa y pávida tu mirada.
Aún recuerdo cómo tu pelo le hacía cosquillas a mi alma.

Escribimos juntos un cielo nuestro.

Una estrecha puerta donde solo cabían nuestros sueños.

Hoy volví a la calle donde me besaste por mi primera vez.
Me dijo que te echa de menos, que te escondes de verla.
Dice que a pesar de las otras historias,
atesora la nuestra en su infinito escenario.

Callé con aquel adiós por no herir a tu vacío.
Y enmudecí, cuando otra piel abrigaba tus lunas.

Marte, fue el planeta más bello del Universo
y el aplauso convexo de tu despedida,
fue la luz que dio sentido a todas las estrellas.

Cantábamos en el coche hasta quedarnos sin canción.
Bailábamos en la playa hasta desnudarnos de arena.
Bebíamos amor hasta quedarnos sin sed.
Y estrechábamos nuestros lunares hasta quedarnos sin aire.

Y es que esta historia de mí, de ti. De tú conmigo y de yo contigo. De mí sin ti, de tú sin mí. De nosotros, de mí contigo y de ti y de mí, es la plácida melodía de dos almas que aún bailan en aquel salón vacío de miradas.

Un comentario en “El salón.

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