la canción que nunca escuchamosA veces es más fácil decir lo que uno siente en te quieros de otros, en estribillos de canciones que compartimos como si fueran nuestras o en historias ajenas de metáforas inacabadas.

A veces, es más sencillo hacerlo en silencio. Sin ruido y en poemas de Neruda.

A veces me resulta más fácil olvidarte en sus besos y otras tantas desearía no tener que imaginarte cada vez que cierro los ojos.

A veces tener el valor de dejarte atrás me queda grande. Y otras veces olvido que te pienso cuando me sacude tu recuerdo.

A veces escrivo con uve en  un despiste dejando la be para esos momentos inconexos de paradigma estrellado.

Y es que la canción que nunca escuchamos decía tanto de nosotros y tan poco de lo que fuimos.

Hubiese puesto infinitos abrazos en esas manos que Cupido olvidó proteger. Hubiese lamido las heridas que traíamos a cuestas y hubiese hecho de aquel falso pretexto magia sin truco.

Y es que la canción que nunca escuchamos hubiese abrigado nuestras noches de invierno, y en acordes de sol, nos hubiese enseñado que nuestras riñas no eran más que un absurdo conjunto equívoco.

A veces mirar hacia un lado se convierte en un dolor de cuello terrible y enderezar las vértebras, en posturas de auténtico kamasutra sin vehemencia.

A veces nombrarte atraganta mis sentidos y desune en verbos rotos mi piel desnuda.

"Dibújame sonrisas postizas.
Hazme el amor de la forma más cruel.
Y quítame el drama de mis pestañas."

Y es que la canción que nunca escuchamos lo decía bien clarito. Éramos los protagonistas de una historia de guión compartido. De auténticos jueces adoctrinados por una pasión evangelista digna de un Judas resucitado.

¡Fuera de mi vista! Y ya que estamos…de mi corazón.

Ahora soy yo la que define mis pasos. Mis excusas y mis ganas de verte, de olvidarte.

Respirar aquí duele, tu almohada me asfixia y los dedos de mis pies se ven huérfanos.

la canción que nunca escuchamos

Era yo la que acurrucaba tus lunares mientras dormías.

No supimos cuidarnos el alma ni callarnos los gritos.

No supimos ganarle al olvido ni cumplir todas aquellas promesas que nos decíamos mintiéndonos a la cara.

No supimos cuidarnos la sonrisa, el frenesí, ni mimar lo que de verdad importa.

Caímos en la tentación del mal y al amén se le cayó la tilde cuando ya era demasiado tarde.

No supimos mantener los para siempre, bebernos el café sin prisas y hacer el amor tres veces al día.

No supimos esconder los reproches, conjugarnos los verbos ni atarnos los cordones.

No supimos hacerlo ¡joder! y fuimos dos torpes que entre más se querían más lejos estaban el uno del otro y más grande se hacía la distancia entre el índice y la espalda.

No supimos ser el uno sin el otro y los dragones vencieron al destino.

No supimos tragarnos las espinas, secarnos las lágrimas y besarnos las cicatrices.

Yo no supe quererte de menos y tú no supiste quererme de más.

Y por mucho que pase el tiempo yo seguiré siendo la misma. Con más cicatrices, con menos paciencia pero la misma. Y por mucho que pase el tiempo tú siempre serás la parte infinita que yo fui contigo.

Y es que la canción que nunca escuchamos hablaba de dos estúpidos que no supieron cuidarse los miedos, los talones y la vida.

A veces ser sin ti es imposible.

Y otras… ridículo.

La canción que nunca escuchamos hablaba de ti y de mí.

De lo que a escondidas juramos tras ese espejo y de lo que le prometimos al cielo aún sabiendo que era demasiado idílico para ser real.

Y es que la canción que nunca escuchamos jamás se llegó a escribir.

Pero aún así la supimos nuestra.

7 comentarios en “La canción que nunca escuchamos.

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