Amé la idea de amarte, sin ni siquiera conocerte.
Rocé con los dedos de mi alma tu infinita cintura que deleitó en mil sonrisas mi sed de ti.
Te busqué en mil y un lunares y nunca eras tú.
Recorrí el mundo entero por segunda vez.
Aprendí cientos de lenguas y lamí otras tantas.
Te olí en pieles distintas y en la mía propia.
Y tú, seguías sin aparecer.
Convertí cientos de sapos en príncipes y despojé otras muchas coronas de apellido Canallas.
Te conté en la luna y en el cielo más bonito del mundo.
Volé sin alas porque contigo, no las necesitaba.
Me bastaba con mis pies desnudos para soñar.
Fui feliz hasta cuando tu ausencia, bañaba en lágrimas mi deseo de encontrarte.
Mimeticé en cientos de Te Quieros tu nombre,
y aún sigo sin saber por qué letra empieza.

Hice mío un encuentro imaginario y ahora se creen todos dueños de esta historia.
Te puse moreno, rubio, con pecas.
Te hice perfecto en mi lienzo en blanco.
Cada mañana te hacía café y te daba un beso en la frente de buenos días.
Pero tú, seguías dejando vacío el lado izquierdo de mi cama.
Madrid me dijo que estabas cerca.
Y París me devolvió la luz que los dragones apagaron con sus llamas.
Salí a tu encuentro cada verano.
Guardé el mejor regalo bajo aquel árbol de Navidad caduco.
Regué las flores más bonitas de la primavera,
y hablé con el silencio de aquel otoño sin verbo.
Fotografié sin cámara los lugares más bellos que alcanzaron mis pupilas.
Marqué de rojo mis citas favoritas y doblé cientos de páginas hechas historias que quise hacerlas mías contigo.
Que quise hacerlas nuestras.
Guardé los acordes de un centenar de canciones para cuando vinieras, bailarlas de puntillas sobre las montañas hasta que el cansancio cerrara nuestros párpados.
Te dejé cual Hansel y Gretel una infinidad de besos por el camino.
Quizás alguno de ellos fuese la pista definitiva que en brújula, marcaría el destino de mis abrazos sin dueño.
De mi vida contigo.
Reservé los mejores asientos de los mejores teatros y en cada cumpleaños te pedía siempre como deseo.
Las canas aunaron la esperanza de que algún sol, te traería a mi encuentro.
…..
Yo seguía ahí, como quién espera en el Muelle de San Blás,
con su vestido blanco y sus orquídeas de porcelana.
Y yo seguía ahí, hasta que entendí que hay amores no posibles.
Hasta que entendí que la idea de encontrarte y hacerte palaciego era solo mía.
Y que la idea de que fueras real era 1 entre 6 billones.
Y yo sigo aquí abrazando las ganas de que tú y yo nacimos para no encontrarnos.
Al menos no en esta vida.

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