Dando fé a tu presencia, recojo los trocitos de suspiro que me dejaste sobre la mesa. Los doblo con cuidado entre mis manos y los dejo caer levemente por mi cintura.

Quizás aquella mañana debí irme pero no lo hice. Preferí seguir a tu lado, escuchando la melodía de tus dedos, esa que siempre conseguía esbozar una sonrisa al aire. Cada nota era un latido del viento, un eco sordo que recorría la habitación donde tocabas.

Y es que sé que debí irme pero no lo hice. El imán placentero de tu vanidad, era más fuerte que la suavidad de mis versos, que la belleza de aquel espejo. Porque si las notas pudiesen hablar, contarían la historia más bonita del mundo. Una historia donde dos personas se amaban, se besaban, se tocaban…
Aún el aire huele a prosa, aún el aire respira tu aliento. Sé que esa melodía de tus dedos permanece eterna en algún lugar del cielo porque los ángeles aún me sonríen cuando lloro, me abrazan cuando caigo y me guían cuando corro.

Y es que sé, que aquella mañana debí irme pero preferí seguir a tu lado. Escuchando la secuencia dulce de tu voz y ahogando el dolor de tu ausencia en tu piel.

Y es que sé que debí irme pero aún sigo a tu lado, aunque ya no estés aquí…

2 comentarios en “La melodía de tus dedos…

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