En geometría,  el círculo es el lugar geométrico de los puntos del plano cuya distancia a otro punto fijo, llamado centro es menor o igual que la longitud del radio. Es el conjunto de los puntos de un plano que se encuentran contenidos en una circunferencia…

Y digo yo ¿a caso un círculo no puede ser cuadrado?. Un círculo…esa figura aparentemente perfecta, que te seduce, te persigue, te envuelve…Puede recordarte a una señal de tráfico, a un lunar de un amor de verano, a un cero en un examen de matématicas o al anillo que perdiste cuando buceabas en las playas de Hawai. Un círculo puede englobarlo todo y no contener nada. Puede ser la marea que sube o baja tras la ventana de tu habitación.

Existen círculos grandes, pequeños, medianos, microscópicos, gigantes, azules, amarillos, verdes, rosas…Círculos dorados, fríos, calientes, suaves, lisos, profundos o rugosos. Pero yo, me quedo con los círculos rojos.

Un círculo rojo me recuerda al vitelo de un huevo fecundando. A la bandera de Japón. A promesas en una cajita de madera que me regalaron cuando aún era muy joven para entender el compromiso. Un círculo rojo me recuerda a todo y a nada. Me recuerda a tí, al perfume de mi madre y a la sonrisa de mi abuela. Al amanecer que siempre soñaba cuando la luna venía a darme las buenas noches. Un círculo rojo me recuerda a mis dedos temblorosos, a la puntilla de tu barbilla rozando mi cintura. A la marca de nacimiento del ángel que me guía y a la frente de esas mujeres esclavas de hombres que dicen que las aman.

Para muchos…un círculo es un simple círculo, una figura geométrica que…(bla bla bla). Pero para mí, esconde secretos inconfesables, lágrimas que aún guardo debajo de la cama para que no puedan volver a salir jamás. Círculos tatuados en mi piel, en las arrugas que me acompañan y que cada vez se hacen más visibles…Círculos rojos que son míos, al igual que lo es el alma que me precede.