De puntillas dibujo el sol mientras te alejas
y me siento en una nube a tomar la luna.
Los versos que nos dijimos se descuelgan hoy de ese ropero viejo,
que una vez compramos en aquel mercadillo que jamás volvió a abrir.
Tu sonrisa se borra con la mía
y el eco de aquella carta amarilla en papel arrugado
queda impreso en las huellas de mis pies.
Voy saltando a lo lejos,
en la cercanía de tu tiranía
y en la suspicacia de mi valentía.
No tengo miedo, sólo frío.
No tengo sed, sólo hambre.
Aún puedo oler la soledad de tus manos
y el sabor amargo de tus besos secos.
Puedo sentir la pesadez de nuestras mañanas
y el tacto rojo de tu espalda.
Mis orejas se cansaron de tanto ruido,
de tanto despropósito sin sentido.
De danzar sin rumbo a tu vera
y de seguir la sombra de tus pasos.
El césped de mi corazón vuelve a ser azul
y el color de mis mejillas respira felicidad.
Susurro al viento cada noche
palabras colgadas de mis recuerdos,
que se llevan los ángeles cuando caigo
y me despiertan a mi encuentro.
Hoy en enfundo en mis tacones
y dejo volar mi pelo…
Hoy me miro en el espejo y descubro una mujer nueva.
Pelo dorado y ojos miel, sabor dulce y ganas de vivir.
Alma de quién,
alma de tí,
alma de nadie,
alma de mí…
¡Simplemente me encantas!