Atrás queda un 2013 que para muchos empezaba como el año de la superstición. Un 13 que aventuraba 365 días inciertos. Ya escribí en una ocasión que yo no creo en la suerte, sino en la constancia. Así fueron mis 365 días de ese año que ya se fue. Y ahí quedó en el pasado, en un tiempo que ya no volveremos a repetir. He leído en muchas ocasiones que el tiempo no existe, vivimos en un continuo instante atemporal donde lo que sucede y vivimos se nos escapa entre los dedos en cada respiración, en cada pensamiento, en cada latido de nuestro corazón. Por eso no hay que torturarse, ni darle más importancia a las cosas de la que tienen. Porque todo pasa. Como estas letras que desmenuzas entre tu ojo izquierdo y tu ojo derecho y como este texto que leas más o menos rápido, pronto habrás terminado y ya habrá pasado.
Cada año suma. Suma en experiencia y resta en esas cosas y personas que vas dejando atrás. Es fácil. Lo que no te hace feliz no lo tengas contigo. Por estas fechas parece que se termina una vida y comienza una nueva. Y realmente la vida sigue siendo la misma. Quizás es la naturaleza humana, esa racionalidad a la que se agarra para no caer en la locura e intenta dar respuesta a todo y todos. Es como un «por fin, esto se acaba», das carpetazo y tienes la voluntad y las ganas de empezar esos proyectos que tenías abandonados, te apuntas a un gimnasio, empiezas a comer eso que nunca habías comido pero te dijeron que era bueno para el colesterol. Cambias de color de pelo, ese que siempre te gustó y nunca te atreviste a ponerte. Dibujas una sonrisa en tu cara, te prometes hacer cada una de las cosas que apuntaste en la lista de propósitos y al comerte las doce uvas (el resto del año no comerás ni una más) pides un deseo por cada una, prometiendo ser mejor persona y deseando que todo a tu alrededor esté bien y en armonía.
¡¡Por favor!! No hace falta esperar al último día del año para poder hacer todas esas cosas. No es el 31 de diciembre un punto de inflexión entre una vida y otra porque la vida es la misma. Lo bonito y lo auténtico es querer hacerlo, es desear que pase y es poner todas tus ganas y tu empeño CADA DÍA. Cada puñetero día de tus días, puede ser maravilloso. ¿Por qué esperas a que acabe el año para pedir perdón? ¿Por qué esperas a que acabe el año para querer ponerte en forma o comprarte esos zapatos que tanto te gustaban? ¿Por qué te acuerdas ahora de mí y no en febrero o en septiembre? Qué ganas de complicarnos la vida. Y ojo, me encanta la navidad. Y me encanta por el simple hecho de que por estas fechas sacamos más tiempo para estar en familia, compartir sobremesa y en mi caso, «volver a casa por navidad» es el mejor regalo de Papá Noel y los Reyes Magos.
Con el tiempo aprendes la importancia del valor y la lealtad. Las relaciones humanas se vuelven más importantes y empiezas a dejar de lado algunas cosas que antes, creías vitales. Si me permites un consejo te diré algo. Si no quieres hacerme caso, no lo hagas. Quizás sea la mejor opción. Si tienes a una madre como amiga, cuéntale a ella todas tus inquietudes, tus «secretos», tus miedos o confidencias. Créeme que ella nunca te fallará. Y si no tienes esa fortuna, no le cuentes nada a nadie o si lo haces, que sea a esas personas que sabes que nunca podrán fallarte. Vivimos en una época de transformación, venimos de una generación donde la envidia está en cada esquina y tenemos que aprender a vivir con ello. A no caer en el error de jugar a ese juego y a saber estar fuera de eso. Piensa que siempre habrá alguien que hable mal de ti. Seas una persona maravillosa o no. Siempre. Así que abandona esa guerra, que no ganarás jamás.
Yo en este 2014 seguiré siendo exactamente igual que en el 2013. Seguiré escribiendo lo que a mí me apetezca y me venga en gana. Compartiré lo que considere y piense que pueda ayudar a los demás. Seguiré siendo yo pese a quién le pese. Y sé y aprendí que… los que me conocen de verdad me quieren y los que no, me critican (y/o envidan)
Floricienta brinda por un 2014 sin G. Sin G de GILIPOLLEZ.
Tan solo han pasado unos 15 minutos desde que te conozco, desde que conozco tu blog mejor dicho, y ya me has cambiado hasta el nombre. Al menos por este año.
Me he dado en las narices con este blog de casualidad. A través de un chivato que se llama facebook y que de vez en cuando acertamos en como utilizarlo. Así fue esta vez, alguien colgó tu último enlace de «las malas costumbres», entré y me conquisto. Lo siguiente que hice fue leer tu «Quien soy» y después leer los títulos de tus reflexiones, hasta que este me llamó la atención (sin saberlo) por tu última palabra del texto. Por una gilipollez. Si, por una gilipollez mía en la que yo, que me llamo Gonzalo, pensé: a ver porque esta chica brinda por un 2014 sin G.
He hecho exactamento lo mismo que tú, Gonzalo. Estas palabras me han conquistado y me han ayudado ha superar este mal día que he pasado.
He intentado poner este comentario en el post de «la mala costumbre» pero no me deja, por eso lo intento aquí.
Que gracia, en mi blog hablo de esas malas costumbres, aunque voy profundizando en algunas de ellas, para irlas cambiando poco a poco y ser más felices. Me he sentido muy identificada al leerlo, en mis chalas y algún post reivindico que el lunes es maravilloso y que hay que vivir la vida todos lo días. Precisamente en en mi último post hago referencia a «la mala costumbre de no pedir ayuda» y al triste final que puede tener esta costumbre…
Te invito a leerlo, desde
Desde donde? Me has interesado…
Ay en realidad quería comentarte en este, pero ya había pasado a leer el siguiente, que me encanta, y se me coló ahí.
Un saludo!
Me encanta tu blog y sobre este post me gustaría resaltar la envidia,aún no entiendo porque la gran mayoría de la gente no puede alegrarse por lo bueno q le pasa a los demás,viviríamos en un mundo mucho mejor y sería más fácil encontrar personas buenas y sinceras.Y lo peor de todo es q muchos de ellos dicen llamarse amigos