
No debería, lo sé, pero aún me siguen sorprendiendo esas personas capaces de herir tanto a los demás y de una forma tan destructiva. Sin más. Sin menos argumento que un acto triunfal de una guerra que ellos mismos inventaron. Con sus jueces cabecillas y un ejército supremo de estúpidos séquitos a la orden del más fuerte. Del más débil realmente.
Hay personas que no creen en las buenas personas. Hay personas que se empeñan en desmontar el amor y la honestidad que otras personas sienten hacia la vida, hacia otros seres y hacia su particular punto de vista sobre este mundo de mierda que nos ha tocado vivir. Así nos lo impusieron y así te lo has creído.
Hay personas que por «llamarme» Floricienta, me acusan de inmadura, de vivir en un mundo teñido de rosa (odio el rosa por cierto), de pensamientos banales, de una historia escrita en argot naïf y de budismo mediopensionista. ¡Madre mía! Miserias en un contar finito, por suerte, que tras la última entrada «Te-exquiero» me han hecho reflexionar y mucho. ¿Qué les pasa? ¿Qué narices les pasa? Sí, sé que no debo dejar que me afecte. Sí, sé también que a palabras necias oídos sordos pero ¡ya está bien de tanto daño! ¡Ya está bien de querer herir a los demás sin sentido! Y no lo digo solo por este blog, que al final, no es importante. Lo digo y hablo (bueno, escribo) en general, en todos los ámbitos y relaciones que establecemos las personas con otras personas. En la mala costumbre de hacer demagogia para disfrazar un tema concreto. En la mala costumbre de poner en contexto y en boca de otros, palabras, opiniones y amañados argumentos. Como cuando escribo de amor y me saltan algunos con el maltrato. ¿Acaso escribí que hay que amar o llevarse bien con alguien que nos ha maltratado en cualquier sentido? ¡¡Por favor!! Alguien que agrede a su pareja o a cualquier persona (o ser vivo, ya que estamos) habría que meterlo preso. O quemarlo directamente. Y así miles de especulaciones . Me hablan de ego. ¿Hay algo más egocéntrico que apropiarse de un texto y hacerlo tuyo dándole el sentido que a ti te ha dado la gana? ¿Hay algo más egocéntrico que imponer un criterio con grosería y sorna? Hablé de «odio», no de ODIO. Esto mejor te lo explico en otro post. Si nos pusiésemos a analizar cada párrafo (como muchos aburridos y aburridas hacen con mis textos) podrían llegar a pensar incluso, que realmente son versos satánicos y que todo lo que aquí se dice es mentira.
Ya lo dije una vez, esto NO es un manual de autoayuda ni me apellido Coelho. Ojalá. Así al menos mi cuenta bancaria estaría bailando todo el día la macarena. Aquí no hay verdades absolutas y puedes estar de acuerdo o no, te puede gustar mi forma de escribir o parecerte banal (que lo es muchas veces). Puedes compartir mis opiniones o no, pero lo que no voy a consentir, es que me faltes al respeto. Ni a mí ni a nadie que quiera libremente, compartir sus opiniones. Como otros casos donde he leído auténticas «locuras» de unos a otros.
En cualquier caso, no voy a consentirlo. ¿Sabes por qué? Porque esta será la primera y última vez que te de esta importancia.
Lo que tú digas.
Piensa lo que quieras, escribe lo que quieras. Los comentarios están abiertos, ya lo ves. No borro ninguno pudiéndolo hacer, y para los que conocen a la Irina que hay detrás de Floricienta, no sean cobardes. No se hagan perfiles falsos y hablen conmigo. Al fin y al cabo, pueden hacerlo. ¿Verdad? También les digo a esa minoría (para mi suerte) que se empeña (como digo) en desmontar reflexiones a modo de insultos o palabrería indecorosa, que realmente me dan más fuerza para seguir haciendo lo que más me gusta. Ayudar a los demás. Esa es la única intención que tienen mis textos. Emocionar, ayudar, llegar al corazón de quién es capaz de leerme con él, simpatizar o tender la mano a todas esas personas que estén pasando o hayan podido pasar por lo mismo que yo. Compartir historias vividas o inventadas. O que me han contado. Jamás con intención de dañar a nadie. Jamás con intención de juzgar a nadie, porque por más que te pese o te cueste creerlo, soy una buena persona. Y como yo, hay miles, millones en el mundo. Sí, di ahora que quién dice ser una buena persona no lo es tanto. Ricemos el rizo hasta dejarlo liso. Todos tendríamos el cabello como los coreanos.
Junto mis imperfecciones (soy tremendamente imperfecta aunque tú te empeñes en decir que me creo que no), con mis errores, y con lo poco que sé de la vida para sumar en positivo y contribuir a crear un espacio donde las personas que lo leen, se sientan bien y puedan llevarse en la mochila un trocito de esperanza. Que ñoña soy, ¿verdad? Que estúpida, ¿verdad? Qué sabré yo de la vida, ¿verdad? ¡Qué coño sabrás tú de mí, de mis experiencias y de lo que he podido vivir y sentir! Quizás he sido inteligente y he transformado mis fracasos y derrotas en algo bueno para ayudar a los demás. Eso no lo pensaste cuando me juzgaste tan libremente.
Y no.
Tampoco pretendo gustar a todo el mundo (qué cansinos y qué cansinas).
Y no.
Tampoco pretendo que mis textos sean la nueva biblia del siglo XXI.
Y no.
Tampoco estoy diciendo que no acepte las críticas ni que aprenda de ellas. Honestamente creo que no hay mejor maestro que las críticas; pero las críticas constructivas. No las faltas de respeto y el acoquinamiento barato de muchos que se esconden tras una pantalla. Exponerse al mundo tiene sus riesgos. Lo sé. Y este, es uno de ellos. Cojo aire y aprendo a aceptarlo.
Aunque duela.
Por eso te digo hoy que, lo que tú digas.
Al final, seré para ti quién tú quieres que sea.
Al final, mis intenciones por muy idílicas y buenas que parezcan ,si tú quieres, las tirarás abajo. Con el apoyo de los que piensen como tú.
Al final, lo que tú digas será siempre tu razón de ser. No la mía.
Como algunos que se burlan de «mis faltas de ortografía». No es que sea catedrática y una escritora excelente, que no lo soy. Pero de ahí a que cometa faltas de ortografía hasta el punto de hacer sorna (aprendí hace poco esa palabra y ahora la uso en demasía) va un mundo. Podré tener fallos gramaticales, de puntuación, de expresión, y se me puede escapar alguna que otra falta hortográfica 😉
¡Por favor! Si quieres ayudarme dime cuáles son, que yo agradecida las corregiré. Sí, las corregiré. A veces parece que mis textos se someten a juicios y que el corredor de la muerte me espera.
Supongo que es lo que tiene llamarse Floricienta. Si no, que se lo digan a Risto Mejide.
Supongo que es lo que tiene defender y creer en un mundo mejor.
Supongo que jode que escriban textos que remuevan tantas conciencias y corazones.
Supongo que jode leer «verdades» (recuerda lo que dije arriba de verdades absolutas) y aceptarlo, no es plato de buen gusto de nadie. Ni siquiera el mío.
Supongo que muchos y muchas no tienen nada mejor que hacer que daño, y al final, voy a creer que sí que existen malas personas.
Lo que tú digas.
¿Sabes lo que te digo yo a ti? Que seguiré escribiendo.
Seguiré ayudando a todo aquel que quiera y seguiré dándole vida a modo de escritos (con más o menos faltas de ortografías) a mis experiencias, a mi modo naïf de ver la vida y a la honestidad de mis pasos.
GRACIAS a todos.
A los que me hacen más fuerte con sus despropósitos,
y a los que de corazón, me demuestran tantas muestras de cariño.
Ahora escribe lo que quieras.
Lo que tú digas.
Lo que yo diga.

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