Muchas son las personas que conoceremos a lo largo de nuestras vidas. Algunas se quedarán por un tiempo a nuestro lado, otras lo harán por siempre.
Habrá personas que a su paso dibujen una estela fugaz en nuestro corazón y otras, que sin saberlo, nos ayudarán a seguir nuestro camino dándonos más de una razón para ello. A este último grupo de personas me gusta llamarlos héroes anónimos.
Ten claro que aquí nada es casualidad y todo, absolutamente todo, tiene una razón de ser. Incluso las personas que pasan por nuestras vidas a ponernos todo patas arribas, a dejarnos el alma helada y las pestañas rizadas. Posiblemente de ellas será de las que más aprendamos. Cada persona, por muy insignificante que sea su paso, tiene una misión. Habrán amigos que se queden por siempre, otros lo harán durante años y otros durante meses. Y no por eso fueron menos amigos que los que aún siguen estando con nosotros. Todo tiene un proceso, una razón de ser y un por qué. De todas las experiencias aprendemos, o deberíamos hacerlo.
Somos el legado de todas esas personas que conformaron y conforman nuestra vida. Todos nos dejaron algo y como a mí me gusta vivir pensando que siempre es para bien, quédate con lo bonito, con lo que te enseñó y con lo que pudiste ayudarle tú a que siguiese su camino. Porque al final la vida va de eso. De ayudarnos los unos a los otros. A veces fallan las formas, se quebrantan reglas y se desnudan corbatas. A veces el dolor mella en cicatrices lo que para ti debió ser algodón. A veces pasa que en un abrir y cerrar de piernas todo se desvanece y te quedas hablando con la duda como si ella algún día fuese a darte la respuesta que necesitas. A veces pasa que las cosas no son como queremos. Que las personas a las que amamos no son como pensábamos y un día marchan sin más. Parejas a las que quisimos con toda nuestra alma, amigos y amigas que durante mucho tiempo fueron parte de nuestra familia y hoy ya no están. Ni siquiera un saludo cordial cabe entre su aire y el tuyo. Quizás puede parecer triste pero a mí me gusta vivir pensando que todo es como debe de ser. Y entonces aparecen ellos: los héroes anónimos.

Héroes anónimos. Personas que te alegran la vida, que con un simple gesto pueden cambiar la dirección de tu brújula por siempre. Esa sonrisa que colorea tus mañanas, ese gesto amable que desvanece cualquier dolor y mitiga en mil pedazos una suave brisa que te ayuda a seguir respirando. Personas que te ceden el paso, que te saludan mientras paseas a tu perro y tú aún te preguntas cómo demonios se llamará. Al menos así puedes ponerle nombre a esa persona que felizmente te da los buenos días.
La vida está llena de héroes anónimos. Héroes y heroínas que no necesitan de capa ni de una superproducción que respalde y proclame sus poderes. Los héroes anónimos tienen esa capacidad intrínseca de ir por la vida ayudando a los demás, y muchas veces no son conscientes de ello.
Tú eres mi héroe. Y te estaré eternamente agradecida.
Los héroes anónimos llegan a tu vida sin pedir permiso. Se sientan a tu lado, te escuchan, te dan la mano sin que tú te des cuenta y hacen de tus días, días mejores. Te recuerdan quién eres, te ayudan a recomponer el desastre que dejó ese que podía parecer el mismísimo Joker, en la puerta de tu alma. Te lamen las heridas, te secan las lágrimas y mimetizan en un perfecto baile sin música lo que un día fue tan tuyo y te arrebataron. Te dan más de mil razones para seguir creyendo, se visten de paciencia y te abrazan sin pedirlo. Los héroes anónimos son personas extraordinarias que consiguen que hasta el más frío viento del invierno se transforme en un bonito recuerdo de primavera.
Hay personas que vienen a nuestra vida a devolvernos nuestras alas. Esas que perdimos durante el vuelo hacia el vacío. Personas de luz que inundan nuestra gracia, despiertan nuestras sonrisas y desnudan nuestra piel de miedos, de inmerecidas culpas y nos calzan de bonanza.
Los héroes anónimos están en todas partes. Posiblemente tú seas uno de ellos y ni siquiera lo sabes y posiblemente tú tengas alguno en tu vida, lo tuviste o lo tendrás.

Caminan sin hacer ruido entre nosotros. Ángeles sin alas que gambetean con nuestro cuerpo y cuando estamos listos nos devuelven a la vida. Por lo general estos héroes anónimos no se quedan a vivir por siempre con nosotros. Nos regalan una parcela de su tiempo, el tiempo preciso que nos impulsa a dar ese salto. El salto de lo vacío a lo llano y es ahí cuando nuestro camino empieza nuevamente en solitario. Pero ahora más firme, con más fortaleza y con la supremacía de saber que fui yo y no tú, la que amó de verdad.
Héroes anónimos. Personas que escribieron la historia de tu corazón y del mío. Personas extraordinarias que hacen por la vida y por los demás obras bonitas, necesarias y que son capaces de rubricar un punto y seguido incluso en aquellas historias con el punto y final más dramático que sentiste en tus pupilas.
Aprende de ellos, déjales que sanen tu dolor. Siéntate a su lado y permíteles el lujo de compartir contigo un trocito de tu vida.
Gracias mi héroe anónimo por devolverme mis alas y mis ganas de volar.

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