Donde duele, ahí no es.

Donde el sol quema la piel,
donde el café se enfría,
donde duele la tripa,
ahí, no es.

Donde existen dudas,
donde no honras tus valores,
donde la canción que suena en el coche adolece,
ahí, no es.

Donde la cama duerme huérfana,
donde tu sensibilidad abruma,
donde tus sentimientos se lesionan,
ahí, no es.

Donde las heridas supuran,
las cicatrices se evidencian
y la calma te abandona,
ahí, no es.

Donde la lluvia te ahoga,
donde la respiración pesa,
donde los miedos crecen,
ahí, no es.

Donde lo que empieza no fluye,
te hiere o te desploma,
ahí, no es.

No es lo que no nos hace bien. Lo que no nos pertenece cargar. Las dolencias del alma de personas que no se responsabilizan de sus dragones. No es quien no nos ama sin condición, quien no venera nuestra esencia y quien no admira nuestra pura y afable forma de amar. Las noches sin dormir, el whastApp que nunca llega o que llega tarde. La llamada que te da un vuelco al corazón del susto o esa historia de instagram que de un plumazo te hace entender que ahí, nunca debió ser.

…

Ahí, sí es.
Donde las personas se convierten en tu puerto seguro.
Donde no necesitas pero eliges cada día estar.
Donde eres sin miedo con todas tus miserias.
Donde te aman sin condición, admiración y convicción.
Y donde al borde del abismo te dan la mano para que aunque caigas, te vuelvas a levantar.

La vida merece ser vivida en lugares y personas que te hacen sentir en casa.
Que te hacen sentir que ahí, sí es.
Y cuando ahí, no es, marcharte a tiempo, te puede salvar la vida.