
Hoy me derrumbo y postrada frente a ti, te pido perdón.
Perdón por haberte hecho tanto daño, perdón por haber dejado que tantas personas lo hicieran. Nunca debí permitirlo. Ni siquiera, la primera vez.
Te pido perdón por haber dejado que te rompieran el corazón una y mil veces, y a pesar de todo, tú siempre venías con tu dulce sonrisa y con ganas de volver a pegarlo. Perdón por no haber confiado en ti, por creer que tú eras menos y que realmente te merecías esos desprecios. Te pido perdón por haberte expuesto a un mal querer, por no haberle plantado cara antes al destino, y por haber dejado la valentía en el cajón de la mesilla de noche.
Lo siento, créeme que lo siento en el alma.
Disculpa mis despistes, el pensar en los demás antes que en ti. ¿Cuánto hace que no te diviertes? Eso también es por mi culpa. Siento las lágrimas que arrugaron tus ojos color miel, siento haberte quitado las ganas de comer y en ocasiones, las ganas de vivir. Lo siento, lo siento de veras. ¡Mierda! ¿Cómo he podido? ¿Cómo he estado tan ciega en todo este tiempo, en todos estos años?
Perdona mi ausencia, mis inmerecidas y férreas palabras. Siento haberte hecho creer que tú no valías nada y que eso por lo que pudieron juzgarte y criticarte, era cierto. Siento muchísimo haberles creído a ellos y no a ti. Y haber hecho de tus defectos una culpa que a ti, no te correspondía. ¡Y qué digan lo que quieran! Siento haber roto tu voz en un llanto permanente, haberte obligado a ir a tantos sitios a los que no querías y haber compartido pista de baile con amigas mezquinas. Tú nunca fuiste como ellas, lo sé. Hoy lo sé y te pido perdón.
Siento haberte torturado con tantas preguntas, haberte hecho creer que tú tenías la culpa de todo y que realmente, merecías ese dolor que tantas noches te visitó, que tantos días te dejó sin respiración y que tantas veces te hizo empezar de cero; pero tú seguías ahí. Impertérrita a tus sueños, inmóvil, con esa deliciosa sonrisa que hacía que todo se arreglase en un suspiro. Siempre dispuesta a ayudar a los demás, aún no haciéndolo contigo. Siento no haber sabido silenciar tu lloro y haber dejado que cayeras sin vida miles de veces, sobre ese suelo que se convirtió en tu amigo y al que tantos hoyuelos le hiciste.
Siento haber apagado tu luz,
y haberte robado tu magia.
Disculpa por haber dudado de tus intenciones, por haberte hecho creer que lo que él te decía con sus ojos llenos de odio y una piel cada vez más arrugada, era cierto. No estuve a tu altura y hoy, lo lamento. Lo lamento muchísimo.
Perdona mis faltas de respeto,
mis gritos,
mis agrias formas
y las prolongadas ayunas.
Perdón por haber aparcado tus sueños,
por hacerte creer que tú no podías,
y por no haber acariciado cada centímetro de tu piel.
Aún hay lunares que no sé ni que existen.
Aún hay pecas que se me escapan traviesas,
y aún hay manzanas que nunca dejé que mordieras.
Siento haberte pedido que lo intentaras tantas veces, a pesar de que ambas, sabíamos que eso no iba a ninguna parte. Siento haberte defraudado, haber dejado de creer en ti y en lo que me decían tus ojos estallados en lágrimas. Lo siento. Lo siento de veras. Siento los besos de sapo, las citas a medias y las promesas que se esfumaron en un velero. Siento haber malgastado el tiempo, siento haberte dejado para luego y siento haber creído que tus cumpleaños, no eran importantes.
Hoy más que nunca creo en ti.
Hoy me derrumbo y postrada frente a ti, valiente frente al espejo te pregunto, me pregunto:
– ¿Me perdonas?
-Te perdono.

Replica a Teresa Cancelar la respuesta